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Número Once.   28.05.2006

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Opinión

Mi amiga fea

Paula Sayavera

Cuando yo iba al colegio, una de mis compañeras de clase era "la fea". Era muy bajita, rechonchita, llevaba unas gafas de montura metálica gris, y tenía el pelo rizadísimo, de esos que cuesta peinar. Sus dientes eran muy protuberantes con aparato corrector, y los chicos de nuestra clase solían tenerla como blanco de sus bromas de mal gusto. Una de las más frecuentes era que tuviese cuidado de no hacer un agujero en el suelo al abrir la boca. Mi amiga soportaba estóicamente esos comentarios tratando de no sonreír demasiado.

Pero lo más sorprendente era el trato que recibía en su propia casa. Mi amiga no se parecía en nada a sus tres hermanas, que eran guapas, rubias y altas. Y descubrí que sus padres le hablaban en un tono más seco y distante.

Las hermanas, de aspecto alegre y despreocupado, la trataban con cierta condescendencia, al más puro estilo de las hermanastras de Cenicienta. Aunque, en este caso, Cenicienta era fea y ni el más precioso vestido de hadas podría haber hecho que el príncipe la eligiese para bailar en la fiesta de palacio. O quizás si. Siempre hay minorías que ven más allá de lo que ven los ojos.

El doctor Andrew Harrell, cuyos últimos estudios se presentan en KINDSEIN, tiene toda la razón. Aunque sea políticamente incorrecto, es cierto que a los niños feos no se les suele prestar la misma atención que a los guapos. Pero, ¿por qué alarmarse? El bombardeo de imágenes de publicidad y moda nos enseña a todos a actuar así.

Mi compañera era una persona muy bella. Escribía cuentos y preciosas poesías, y quería ser escritora de mayor. Soñaba con un futuro lejos de la prisión del colegio y de su casa. Le perdí la pista. Ojalá haya sido feliz.

A Ronaldinho también le molestaban de pequeño con bromas sobre sus dientes. Cuenta que a veces se enfadaba, pero que en el fondo le daba igual. Siguen haciéndolo ahora en los periódicos de todo el mundo. Dice que va a ponerse un aparato corrector, pero no por lo que digan de él sino por que tiene que tener la boca abierta para poder respirar. «Guapo no soy, está claro, pero sí que me gusto», dijo en una entrevista. «Soy un feo simpático. En el conjunto, al final, parezco guapo». De eso se trata.

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