Atención a una Carta al Director enviada a El País
por Maria Teresa López Moreno, de Torredelcampo, Jaén, sobre los
Centros de Atención Socioeducativa (antiguas guarderías), dependientes
de la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social: «El curso en
estos centros no comienza el 8 o el 12 de septiembre sino el 1 de
septiembre, y no finaliza el 23 de junio, sino el 31 de julio. El
horario no es de 9.00 a 14.00, sino de 9.00 a 17.00. Lo más doloroso es
que no se dispone en la mayoría de los centros de aire acondicionado.

Los padres dejan a sus hijos y problema resuelto para ellos, sin
importarles en qué condiciones están ni a ellos, ni a la
Administración. Los niños duermen la siesta a las tres de la tarde en
sitios en los que durante todo el verano no se baja de 35 a 40 grados a
la sombra. La Administración, en lugar de reducir el horario de estos
centros o de dotarlos de mejores infraestructuras, lo que hace es
aumentar los horarios y también las cuotas que han de pagar los padres.

El 1 de septiembre se pretende abrir los centros, con los niños en
las aulas sin que existan las condiciones higiénicas y educativas.
Simplemente se pretende que estos centros sean auténticos contenedores
de niños.

Las promesas electorales están para cumplirlas, pero no de cualquier
manera, si no, se transforman en demagogia. Los servicios públicos
deben ser de calidad y por tanto no se puede poner en marcha un Plan de
Apoyo a las Familias sin destinar los recursos necesarios. Los niños y
los trabajadores de los centros se merecen unos servicios de calidad y
más en una consejería que se dice de Bienestar Social.»

Esta carta era un suma y sigue de Arden las Aulas, otra carta enviada unos días antes.

En las grandes ciudades españolas, cada vez hay más niños mendigos que ni van al colegio ni tienen un pediatra al que acudir. En Alicante, por ejemplo, son sobre todo rumanos, de la etnia romí, especialmente reacios a integrarse.
Nadie tiene datos de cuántos son, sólo se dice que la situación empieza a
ser alarmante. En Madrid, otro ejemplo, en La Cañada Real Galiana, a 10 kilómetros
del centro, hay una especie de ciudad fantasma ilegal en la que viven
entre 30.000 y 40.000 habitantes rodeados de montones de basura y
traficantes de droga. Allí, sin ayuda social ni educación ni sanidad,
viven cientos o miles de niños, nadie sabe cuántos. Desde hace unos
meses, un párroco, un pediatra voluntario jubilado y unos cuantos
voluntarios de Ápice son los únicos que tratan de llevar algo de
oxígeno entre las montañas de escombros, según contó El País.

Los miércoles, pasa consulta el pediatra, Antonio Ortuño, de 68
años. La mayoría no le lleva a sus hijos a no ser que se trate de algo
grave, porque no tienen papeles y tienen miedo de todo lo que suene a
administración. En cambio, aparecen niños de familias españolas,
algunas gitanas, que sí tienen médico asignado pero que está a una hora
de viaje.

El doctor Ortuño dice que la salud de los niños de la Cañada no es
muy buena, que la mayoría está un poco en el límite. No tienen una
higiene y una alimentación adecuadas y sufren más problemas de piel y
trastornos respiratorios que otros niños. Pero desde la Consejería de
Sanidad dicen que como ese barrio no existe legalmente, no pueden
plantearse la construcción de equipamientos sanitarios allí.

Al pediatra le ayuda su mujer, que atiende a las madres y limpia la
consulta que ellos mismos han creado. También le echa una mano un
estudiante de cuarto de medicina, Javier Padilla. En el armario de la
consulta, como si se tratase del tercer mundo, tienen algunas medicinas
básicas y botellas de leche que dan a quien más lo necesita.

«Los niños que vienen a la parroquia viven en situaciones muy dispares,
pero ninguna buena. Hay niños españoles que viven en infraviviendas con
altos índices de fracaso escolar. Luego están los inmigrantes rumanos o
bosnios, muchos de ellos sin escolarizar ni vacunar. Y luego, los que
no vemos, que a saber cómo están, pero que también viven aquí», dijo
Ángel Arrabal, el párroco. 

El País

Cuanta más tele se ve de pequeño, menos logros educativos se consiguen, según tres estudios que se publican esta semana en el Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine (APAM) y que cita el New Scientist. En uno de los trabajos —de la Universidad de Otago,
en Nueva Zelanda— se estudiaron los hábitos televisivos de 1.000
estudiantes de entre cinco y 15 años, y se vió después cuáles habían
sido sus logros a los 26 años de edad. Los niños que habían visto menos
televisión entre los cinco y los 11 años tenían más probabilidades de
graduarse en la Universidad, mientras que los que se pasaron más horas
frente a la caja tonta entre
los 13 y los 15 fueron los que más abandonaron la escuela. Según el
director del estudio, Bob Hancox, este trabajo es una muestra bastante
convincente de que la televisión no es educativa, o de que por lo menos
no les ayuda académicamente.

Los otros dos estudios son estadounidenses y llegan a conclusiones
muy parecidas: Uno de ellos encontró que los niños de ocho años que
tenían un televisor en su habitación eran los que veían más la tele y
también los que sacaron peor puntuación con un test diseñado para esta
investigación. El otro estudio encontró que los niños que empiezan a
ver la tele antes de los tres años se les dan peor las matemáticas y la
lectura a la edad seis años.

Sin embargo, la tele sólo es uno de los medios al que están
enganchados los niños. Otros son: internet, los juegos de ordenador, el
DVD, …. Por todo ello, la revista APAM está preparando un número
especial sobre este tema que se publicará en abril de 2006.

La directora del antiguo colegio de Ana
tiene una afición: hacer cientos de fotos a los niños que
pasan por su colegio. Tiene especial obsesión, según las profesoras,
por los primeros planos de los ojos.

El año pasado se publicó un artículo sobre esta escuela en un diario
de esta localidad, y salía una foto de un grupo de niños jugando en el
patio, firmada por ella misma. Quizás esté publicando otras cosas que
jamás conoceremos.

Este
año, los de la asociación de padres han aprovechado algunas de
esas fotos y han
editado un DVD que venden a seis euros. Son imágenes de todos los niños
de primaria e infantil que han pasado por el
colegio en el curso escolar de 2004-5, tomadas durante la clase, en los
recreos, en las excursiones, en los pasillos, … Las 
mostraron el día de la fiesta y anunciaron allí su venta. También me
parece muy raro que se comercie abiertamente con imágenes tomadas sin
permiso de nadie.

En un colegio tan poco transparente como este, con tantas carencias,
donde la comunicación con los padres es nula y donde la respuesta de la
directora ante cualquier sugerencia o queja de los padres es una
sonrisa falsa y un golpecito en la espalda, no se deberían arriesgar a
tener aficiones sospechosas.

Nature ……………………………………………………………..   +34,7

New Scientist ……………………………………………………..   +7,2

Time ………………………………………………………………….   +1,6

Diario de información general ………………………………….   0

Ranger Rick (ciencia para niños) ……………………………   -18,4

Libros para niños (de 10 a 14 años) …………………………  -24,3

Conversación entre adultos …………………………………….. -34,5

Libros de pre-escolar para leer a los niños ………………… -37,0

Conversaciones grabadas de traficantes de cocaína …..   -42,2

Madre hablando con su hijo de cinco años ……………….. -45,8

El granjero hablando con sus vacas …………………………. -56,0

Fuente: Donald P. Hayes, Department of Sociology, Cornell University

Esto es el índice LEX,
que se obtiene comparando el léxico utilizado en un texto determinado
con un vocabulario de referencia (Carroll, Davies and Richman, Word
Frequency Book
, 1971). Cuanto más raras son las palabras empleadas, más
alto es el índice.

Hay muchas formas de quedar reflejado para la posteridad: las fotos,
las caricaturas, los retratos pintados, las esculturas, las siluetas,
… Pero hay una alternativa mucho más sutil: la doble silueta del
rostro en las curvas de una copa, una conocida ilusión óptica. Quien
quiera encargar esta antigua forma de arte con algún rostro conocido,
puede hacerlo en el web de Turn your head

El mes pasado, Steve Jobs, Director Ejecutivo de Apple Computer
y Pixar Animation Studios, dió el discurso de graduación en la
Universidad de Stanford.
Jobs no tiene ningún título universitario, lo cual hace especialmente
chocante su aparición en una de las mejores universidades del mundo
vestido con el atuendo de graduación (en la foto). El
discurso tampoco es precísamente una oda a la Universidad sino que es
una inyección de estímulo para que cada uno haga en la vida lo que más
le guste hacer, sea lo que sea, y anima a saborear cada día como si fuese el
último. No
tiene desperdicio.

El discurso original puede encontrarse en el web de Stanford. A continuación, añado los primeros párrafos de una traducción que pertenece al blog de Memoria de Acceso Aleatorio:

«Tengo el honor de estar hoy aquí con
vosotros en vuestra iniciación en una de las mejores universidades del
mundo. Nunca me gradué. A decir verdad, esto es lo más cerca que jamás
he estado de una graduación universitaria. Hoy os quiero contar tres
historias de mi vida. Nada especial. Sólo tres historias.

La primera historia versa sobre cómo se conectan los puntos.

Dejé Reed College después de los seis
primeros meses, pero después seguí por allí por libre otros 18 meses,
más o menos, antes de dejarlo de veras. Entonces, ¿por qué lo dejé?

Comenzó antes de que yo naciera. Mi
madre biológica era una titulada universitaria joven y soltera, y
decidió darme en adopción. Ella tenía muy claro que quienes me
adoptaran tendrían que ser titulados universitarios, de modo que todo
se preparó para que fuese adoptado al nacer por un abogado y su mujer.
Solo que cuando aparecí decidieron en el último momento que lo que de
verdad querían era una niña. Así que mis padres, que estaban en lista
de espera, recibieron una llamada a media noche preguntando: “Tenemos
un niño no esperado; ¿lo queréis?” “Por supuesto”, dijeron. Mi madre
biológica se enteró de que mi madre no tenía titulación universitaria,
y que mi padre ni siquiera había terminado el bachillerato, así que se
negó a firmar los documentos de adopción. Sólo cedió, meses más tarde,
cuando mis padres prometieron que algún día iría a la universidad.

Y 17 años más tarde realmente fui a la
universidad. Pero de forma descuidada elegí una universidad que era
casi tan cara como Stanford, y todos los ahorros de mis padres de clase
trabajadora los estaba gastando en mi matrícula. Después de seis meses,
no le veía propósito alguno. No tenía idea de qué quería hacer con mi
vida, y menos aún de cómo la universidad me iba a ayudar a averiguarlo.
Y me estaba gastando todos los ahorros que mis padres habían conseguido
a lo largo de su vida. Así que decidí dejarlo, y confiar en que las
cosas saldrían bien. En su momento me dio miedo, pero en retrospectiva
fue una de las mejores decisiones que nunca haya tomado. En el momento
en que lo dejé, ya no fui más a las clases obligatorias que no me
interesaban, y comencé a meterme en las que parecían interesantes.

No era idílico. No tenía dormitorio, así
que dormía en el suelo de las habitaciones de mis amigos, devolvía
botellas de Coca Cola por los 5 céntimos del depósito para conseguir
dinero para comer, y caminaba más de 10 Km los domingos por la noche
para comer bien una vez por semana en el templo de los Hare Krishna. Me
encantaba. Y muchas cosas con las que me fui topando al seguir mi
curiosidad e intuición resultaron no tener precio más adelante.

Os daré un ejemplo: en aquella época el
Reed College ofrecía la que quizá fuese la mejor formación en
caligrafía del país. En todas partes del campus, todos los póster,
todas las etiquetas de todos los cajones, estaban bellamente
caligrafiadas a mano. Como ya no estaba matriculado y no tenía clases
obligatorias, decidí atender al curso de caligrafía para aprender cómo
se hacía. Aprendí cosas sobre el serif y tipografías sans serif, sobre
los espacios variables entre combinaciones de letras, sobre qué hace
realmente grande a una gran tipografía. Era sutilmente bello, histórica
y artísticamente, de una forma que la ciencia no puede capturar, y lo
encontré fascinante.

Nada de esto tenía ni la más mínima
esperanza de aplicación práctica en mi vida. Pero diez años más tarde,
cuando estábamos diseñando el primer ordenador Macintosh, volvió a mí.
Y diseñamos el Mac con todo dentro. Fue el primer ordenador con
tipografías bellas. Si nunca me hubiera dejado caer por aquél curso
concreto en la universidad, el Mac jamás habría tenido múltiples
tipografías, ni tipos con espaciado proporcional. Y como Windows no
hizo más que copiar el Mac, es probable que ningún ordenador personal
los tuviera. Si nunca hubiera decidido dejarlo, no habría entrado en
esa clase de caligrafía, y los ordenadores personales no tendrían la
maravillosa tipografía que poseen. Por supuesto que era imposible
conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en clase.
Pero era muy, muy claro al mirar atrás diez años más tarde.

Otra vez: no se pueden conectar los
puntos hacia adelante, sólo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tenéis
que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro.
Tienes que confiar en algo — tu instinto, el destino, la vida, el
karma, lo que sea. Esta forma de actuar nunca me ha dejado tirado, y ha
marcado la diferencia en mi vida.»

Continuación de la traducción completa del discurso de Steve Jobs en Stanford.

El de arriba es Prakash Nair, un arquitecto de
escuelas que estuvo hace unos días en Barcelona en el Forum Mundial de Designshare
sobre diseño de colegios innovadores y alternativos. A diferencia de
otros arquitectos que también construyen escuelas, a Nair no sólo le
preocupa el aspecto final que tendrá el centro y el número de espacios
previstos para llenar de alumnos pasivos, sino que piensa en cómo
lograr que el edificio repercuta en una mejor educación, en
el bienestar, en la integración en la comunidad y en el crecimiento personal del alumno.

Nair nació, se crió y estudió en India, pero a principios de los
ochenta acabó en Nueva York supervisando presupuestos billonarios para
la construcción de 100 escuelas y la renovación de otras 500 ya
existentes del New York City School Construction Program. Esa
experiencia le impulsó a dejar un poco de lado la arquitectura y a
interesarse también por lo que pensaban los educadores y los estudiosos
de la educación. «Me encontré con que casi todos ellos estaban de
acuerdo en que para avanzar en el siglo XXI necesitamos un tipo
distinto de sistema educativo. Necesitamos uno que no cree un estándar
sobre lo que cada estudiante debe aprender, sino una educación a medida
para cada alumno ya que no hay dos estudiantes que acaben haciendo lo
mismo en la vida», dijo Nair en una entrevista. A esa educación personalizada se le llama aprendizaje centrado en el estudiante (Student-centered-learning) frente al actual aprendizaje centrado en el profesor, que consiste en que «un puñado de estudiantes van a la escuela a ver cómo trabajan los adultos», dice Nair.

Para que el aprendizaje sea efectivo, dice este experto, «los
estudiantes necesitan formar parte activa de los miembros de la
comunidad y los profesores necesitan convertirse en facilitadores,
mantenerse un paso atrás y permitir que el aprendizaje ocurra de forma
espontánea, de cierta manera incontrolada, impredecible. Eso es lo que
realmente significa aprender. Pero si miras la mayoría de las escuelas
que estamos construyendo son exactamente lo contrario. Están muy
controladas, con entornos muy predecibles. Los edificios de las
escuelas no permiten que los estudiantes hagan algo diferente a lo que
se supone que tienen que hacer en un programa de educación centrado en
el profesor».

Cuando le encargan una nueva escuela, lo primero que hace Nair es
preguntar cómo quieren que se lleve a cabo la educación dentro del
edificio antes que averiguar qué aspecto quieren que tenga. Cambia el
diálogo sobre diseño de contrucción al de aprendizaje, a las demandas
de los niños, a cómo van a tener que adaptarse a este mundo tan
cambiante, a las técnicas que van a necesitar y a lo distintas que son
de las que se usaban hace 40 años.

Viñeta aparecida en El Norte de Castilla, un diario con zona Infantil

(gracias, Juyma)