Una melodía infantil con ovejas como cantantes pero con letra para adultos. A disfrutar del videoclip.  La animación es de Eclectech, la Música, de Doghorse, y la letra, de Miss Prism.

«En el fondo, creo que todos tenemos una infancia a la que
regresamos. No es necesario que lo digan sesudos psiquiatras para
darnos cuenta de que las sensaciones más fuertes son las que nos
devuelven a la niñez. Y el cómic conecta con ella a través de un
vínculo afectivo que reconforta.». Lo dice Albert Monteys, el joven
director de la revista El Jueves, en una entrevista para Consumer. Cuando Albert era un preescolar, el semanario que ahora dirige hacía su aparición en España en plena Transición. 

No fue un abandono del blog, sino una especie de escapada en estampida.
Han sido
dos semanas de desconexión total en todos los sentidos: ni Internet, ni
televisión, ni teléfono (perdí el móvil, cosas del subconsciente), ni
prensa, … En nuestro rincón de retiro sólo había campo, viento,
juegos de mesa junto al fuego, bailes «con música fuerte», … Ha sido
como hacer un “Reset”, un reajuste del cerebro. Ana se ha comportado
como suele hacer cuando no va al cole, o sea, con normalidad, con
tranquilidad. Qué bueno es eso del descanso, de las siestas, del
despertar natural, sin horarios, … Y parecía que crecía mucho más
deprisa. Más de una vez he estado a punto de decirle —como en la
película Parenthood— «no hablas como una niña de cuatro años» (como si
yo supiera cómo tiene que hablar una niña de cuatro años). Tampoco
ha moqueado
en dos semanas y no tiene ni un sólo morado en las piernas. Mañana
volverá a la pequeña lucha de poderes, de porrazos y de
infecciones:  al mundo “real”.

Toda la gente que conozco me ha hecho alguna bromita
sobre el tema o ha insinuado que las infecciones que llevan sucediendo
en la clase durante un mes no tienen nada que ver con el famoso eritema
infeccioso. Yo he
decidido no hablar
más del tema porque da pie a rocambolescas conversaciones donde cada
uno pone un poco de su cosecha y a todo el mundo le gusta jugar a
médico.  A partir de ahora, me limitaré a
hablar poco y escribir más. He aquí la evidencia, clarita y por puntos.
A falta de análisis de sangre de cada niño, tenemos estos hechos. A la pediatra de Ana le bastaron menos
para explicar el panorama que hay en clase:

  • El eritema infeccioso es muy frecuente en la escuela, en niños de
    entre 5 y 14 años, y sobre todo en invierno y primavera.

  • Es contagioso la semana antes de que aparezcan los
    síntomas. Después no.

  • El niño puede tardar entre 4 y 14 días en mostrar los síntomas (si es que los llega a mostrar).

  • Puede pasar inadvertido. El 20% de los niños no muestra síntomas.

  • Puede afectar a las articulaciones: en la clase de Ana, algunos niños se quejaron de dolor en las rodillas.

  • Deja las defensas muy bajas
    y se puede “pillar” cualquier otra infección si se sigue yendo al
    colegio
    : la mayoría de la clase ha faltado por faringitis, amigdalitis,
    fiebre y malestar generalizado, otitis, … Muchos de ellos no fueron
    al médico y, simplemente, se quedaron en casa reposando. Otros pasaron la fiebre en clase.

  • Casi toda la clase de Ana ha caído enferma en el último mes (confirmado hoy por la profesora). Sobre el 95% o 98%.

  • Durante todo ese tiempo, han faltado diariamente muchos niños a clase, alrededor del 50%.

  • Ana desarrolló algunos síntomas leves después de dos
    semanas y media de empezar las “bajas” de sus compañeros. No tiene
    contacto con otros niños de fuera del colegio.

  • Es una enfermedad muy leve
    en niños y no está recomendado que falten a clase, puesto que cuando se
    detecta ya no es contagioso, salvo si se encuentran mal. «Cuando están en la fase de erupción,
    que es cuando se puede reconocer la enfermedad, ya no son contagiosos,
    por lo que no es necesario tomar ninguna medida de aislamiento, y el
    niño puede hacer vida normal, incluido ir a clase», dice en el web de la Asociación
    Española de Pediatría de Atención Primaria
    (AEPAP).

  • El eritema infeccioso podría causar problemas en las embarazadas
    que nunca hayan estado expuestas al parvovirus B19, y es en ellas y en
    otras personas inmunodeprimidas donde se realizan los análisis de
    sangre, no en niños sanos.

Las infecciones no son
divertidas. Los colegios son un caldo de cultivo donde los más peques
se pueden pasar varias horas al día con los mocos colgando, si nadie se
los suena. El parvovirus B19 “vive” en esos mocos. Si
nos interesáramos un poco por los riesgos, podríamos hacer algo para
evitar cosas peores. Y, si hay alguna duda, los médicos están ahí para resolverlas y para dar las medidas oportunas.

Guía para padres,
al estilo de Supernanny. Lo he encontrado en el web del Cook County
Department of Public Health. Es sólo una hoja, está en español y es un
PDF. 

Hoy Ana ha vuelto al cole, y yo he tenido la genial idea de explicar a
la maestra lo del  eritema infeccioso y lo del posible riesgo para
embarazadas. Habría jurado que todas las profesoras conocían esta
infección tan común y que no había ninguna maestra embarazada. Y
resulta que no habían oído hablar de ella jamás, y, además, una de las
profesoras de Ana está embarazada. Me he enterado por la tarde, cuando
me ha pedido que fuese yo a explicarle a la enfermera “qué es eso del
eritema”, “porque si hay enfermedades infecciosas hay que avisar”. Sonaba a que estaba un poco asustada y a que estaba
confundiendo el parvovirus humano con algo así como el anthrax.

De camino a la enfermería, iban aumentando mi preocupación y mi enfado.
No acababa de encajar eso de que en un colegio no se conozca una de las
infecciones más típicas de la infancia y tenga que ser yo la que
explique a una enfermera lo que es. Para más inri, parecía que Ana
estaba empezando a protagonizar el brote, cuando el virus lleva un mes circulando
por clase y ella ha sido, seguramente, la última en pillarlo.

Me consta que no se suele llevar un certificado cada vez
que un niño pilla un resfriado o una gripe. Y son tan infecciosos y tan leves como el eritema.

Por otro lado, las embarazadas que trabajan con niños tienen la obligación de estar informadas de los
riesgos de infección
, igual que si tienen un gato tienen que haber oído hablar de la toxoplasmosis. Después, es
decisión propia seguir asistiendo al trabajo o seguir teniendo gato.

La
enfermera y el pediatra deberían haber indagado por qué
en esa clase hace quince días que falta la mitad. Para qué vamos a
engañarnos, la mayoría de la gente envía a los niños al cole hasta con
fiebre, y nadie dice nada. La propia enfermera me lo ha confesado.
Precísamente, cuando llegué le estaban dando Dalsy a una niña de
Infantil de cinco años y la madre parecía estar dando largas al
teléfono. Así que los contagios están a la orden del día, y las
infecciones oportunistas posteriores, ídem.

Un dermatólogo conocido se reía esta tarde a carcajadas de la anécdota.
Me decía
que el eritema infeccioso lo único
que hace es “poner coloradotes y muy graciosos los mofletes de los
niños”. Y una madre de otra clase, de vuelta a casa, me dijo: “Ah,
eritema, la semana pasada lo cogió este”, señalándome a su pequeño de
dos años.

De la conversación con la enfermera, mejor no hablar.

¿Alguien ha oído hablar del eritema infeccioso? Pues es una enfermedad muy común en los niños pequeños causada por un virus llamado parvovirus B19. También se le llama “la quinta enfermedad“. Ana la pilló en el colegio la semana pasada. Lo más típico es que
los mofletes se pongan rojos como un tomate, de ahí que también se le
llame “la enfermedad del niño abofeteado“.
Otros síntomas son fiebre, picor, dolor muscular y articular, … a
veces trastornos gastrointestinales, faringitis. Y, casi siempre, la
erupción de color rojo acaba pasando al cuerpo, y se forma una red o
encaje de color rosado por toda la piel. Muchos de estos síntomas, sin
embargo, también puede pasar inadvertidos. Ana no ha mostrado tanto
enrojecimiento como se puede ver en estas fotos del web de dermIS.

No suele ser nada serio, pero resulta que es muy contagiosa. Se
transmite por el moco y la saliva. Y se estima que, en una clase, puede
acabar infectado hasta el 60% de los niños.

Hay dos cosas a tener en cuenta:

  1. Para los niños: aunque
    sea benigna, el sistema inmune del pequeño puede quedarse tan débil,
    que seguir yendo al cole es exponerle a todo tipo de bacterias y virus
    oportunistas. En la clase de Ana, la mitad de los niños han faltado a
    clase, algunos de ellos por infecciones respiratorias secundarias,
    originadas por esos intrusos oportunistas.

  2. Este parvovirus puede infectar a las embarazadas, y esto son ya palabras mayores. Si alguna maestra (o madre) está embarazada, en el primer o segundo trimestre,
    y entra en contacto con algún niño con esta enfermedad, debe ponerse
    inmediatamente en contacto con su médico. Salvo que ya la hubiese
    padecido (el 50% de los adultos ya la ha pasado), el parvovirus puede
    transmitirse al feto, provocar anemia severa e incluso provocar aborto, muerte fetal o neonatal.

Lo curioso es que no se avise a los padres por miedo a una alarma
general. O puede que sea también por desconocimiento. ¿Cómo reaccionar
en un caso así? Es complicado, porque cuando empiezan a faltar los
niños a clase, el virus ya ha hecho estragos y ha infectado a casi todo
el mundo. Ana se ha pasado tres días en casa: reposo, poco o nada de
sol, nada de baños largos, … Es exactamente lo que dura, 72 horas, si
no hay complicaciones raras. Se ha ahorrado una amigdalitis o cualquier
otra cosa…

Una vez más, hay que repetir lo importante que es enseñar a los niños a lavarse bien las manos, a no intercambiar cepillos de dientes, ni toallas, ni pañuelos, ni cubiertos, …

A propósito de la Supernanny, el interesante programa sobre cómo
educar a los hijos, existe una película muy recomendable titulada Parenthood
(1989). Como su propio título indica, trata de la paternidad, aunque en
este caso no prentende enseñar nada a nadie, sólo muestra los problemas
más típicos que acarrean los hijos a los padres, y viceversa. Son
varias historias paralelas, distintos ejemplos de cómo abordar la paternidad.

En español, se tradujo como “Dulce hogar, a veces”. El protagonista es Gill
Buckman (Steve Martin), un excelente padre de tres niños, con mujer,
hermanos, sobrinos, padres, una abuela, y un empleo que no está en su
mejor momento.

La escena inicial es muy buena: Gill está
sentado en unas gradas recordando cómo su padre
le llevaba a ver un partido sólo el día de su cumpleaños y le dejaba al
cuidado de
cualquier acomodador mientras él se iba a hacer otras cosas. A quien
vemos es a Gill de niño analizando su situación con el acomodador como
si
fuese el Gill adulto. Gill se juró que sería un padre distinto al suyo
propio, pero eso no le salvó de los problemas. A pesar de su
dedicación, de su amor, en el colegio le dicen que su hijo mayor
necesita ir al terapeuta.

Helen, la hermana de Gill (interpretada por la excelente Dianne
Wiest), tiene dos hijos adolescentes bastante problemáticos. Su marido
se marchó hace años y ni se acuerda de ellos. En cierta ocasión, Helen habla con el chico que va con su hija (Tod,
interpretado por Keanu Reeves)
sobre su hijo pequeño. El comentario de Tod nos hace pensar en Alba y en los cientos de miles de niños que estarán en una situación parecida:

Helen: Supongo que un chico de su edad necesita un hombre en casa.

Tod: Sí… Bueno, depende del hombre. Había uno en la mía. Me
despertaba por las mañanas tirándome cigarrillos encendidos… «¡Eh,
hijo puta! ¡Levántate y prepara el desayuno!»… ¿Sabe, señora Buckman?
Necesitas licencia para tener un perro, o para conducir. Necesitas
licencia hasta para pescar, pero dejan que cualquier hijo de puta sea
tu padre.

Supernanny debería ser un programa obligatorio para todo aquel que tenga hijos o trate con niños de entre 2 y 10 años. Lo ponen en la cuatro, los viernes a las 22:30. Tuvo mucho éxito en
otros países, como Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, Holanda, ….
Ahora falta ver lo que ocurre aquí.

Cada semana, abordan a una familia típica española. Ya han mostrado
seis. Van a su casa y las graban durante dos semanas mientras la
Supernanny les da lecciones de cómo educar a los niños. Hemos visto ya
a una familia con una casa de lujo y a otra con un modesto piso
semivacío. 
A una madre soltera; una madre que se cuida, a otra que se abandonó
cuando empezó a criar a sus hijos, … Y en todos y cada uno de los
casos, se demuestra que no tenemos ni idea de cómo tratar con los niños.

El programa que más me impactó fue el de la familia
número 5. Sorprende su juventud y sus ideas sobre educación. Ella, ama de casa. Él, encofrador. Tres niños: una de cinco,
otro de dos y otro recién nacido. Opinión de cómo manejarse con los
peques: darles un buen cachete a tiempo, si no, no te haces respetar.

La madre, abandonada físicamente y derrotada, con cara constante de asco, se
pasa el día recogiendo, lavando y barriendo el más que modesto piso
semiamueblado que no parece tener ni un solo libro en la estantería.
Dice que está muy ocupada y que no puede dedicar el tiempo de limpieza
a sus hijos. Así que se pasa el día enfadada con ellos, amenazándoles con
que va volver el padre.
El padre está casi todo el día fuera, en la obra y cuando vuelve, le
hacen más caso que a la madre. Y, si no, les pega para que aprendan.

Visto el panorama, la Supernanny, enfundada en su traje chaqueta,
ofrece sus razonables normas, que consisten, por ejemplo, en que la
madre le dedique algún momento del día a escuchar a su hija y a hablar
con ella, o, simplemente a felicitarla por algo que hace bien y a darle un beso de vez en cuando, …

Rocío, que así se llama la Supernanny,
le enseña a la madre que se puede convertir el rato de recogida de
juguetes en un juego, como hacía Mary Poppins. Y los niños recogen
encantados. Pero sus consejos no parecen cuajar mucho y, en cuanto la
Supernanny se va, todo vuelve a la “normalidad”.

Rocío vuelve. Sentada frente a los padres, cual asistente social,
les trata
de aleccionar utilizando frases con demasiadas subordinadas. Parece que
el padre entiende. La madre, no tanto. Hablando sobre la pequeña
(¡cinco
años!) y sus reacciones típicas de la edad, la madre dice: «Ejjj que si
ahora dejo que me chulee así, esta cuando tenga quince me pisa». La
nanny se tiene que quedar un tiempo extra en la casa para intentarlo de nuevo.

Y al final nos quieren hacer creer que, en esa familia, algo ha cambiado. Ojalá.

Cerca de aquí vive un niño que va al colegio de Ana. También va a
Infantil. Siempre va en autocar al cole, aunque hay una línea directa
de
transporte público muy rápida y cómoda, pero nadie parece tener
tiempo para ir a llevarle o recogerle. Su casa es una de las
privilegiadas de la ciudad, con vistas al mar. Es de esas que
ningún joven podría aspirar a pagar ni con una de esas hipotecas a 60
años. Pero siempre está vacía. O casi.
En ella pasa gran parte del tiempo, quizás todo, una mujer de origen
sudamericano que se ocupa de mantenerla limpia y de ir a llevar
al niño hasta la parada del autocar escolar, a 50 metros.

A veces veo a
la mujer asomada al balcón, disfrutando de las vistas, del sol, de la
preciosa casa. Y por las tardes, después del cole, también es ella la
que sale a pasear con el niño al parque. Es un perfecto usufructo.

No puedo
evitar imaginar a los padres en una oficina, seguramente sin tanta luz,
sintiéndose muy realizados.