Hace un mes que Ana no va al colegio —que ahora está a 500 Km de
aquí— pero
no ha dejado de crecer por ello. Yo diría que al contrario. Mientras tanto,
los niños de su clase —la mayoría británicos—
habrán avanzado en el aprendizaje de
la lengua. Ella todavía recuerda el «Yo
no quiere» o «Tú sí mi amiga» de sus compañeras. Creo que era toda la
conversación que podían mantener con ella, cuando nos marchamos. Y ahora ella lo repite, con guasa.

La otra mañana encontramos un libro de Educación Infantil en un “Todo a Cien”. Es un grueso bloc de fichas del nivel cinco años. Ana tiene
tres años, pero este libro —LÁPIZ, Edebé, 2 euros— no parece menos interesante para ella que el que compramos para el colegio —Tito, el Gatito, Ed. Teide, 52 euros.

Además, después del
primer trimestre del curso, la maestra confesó que no lo habían
utilizado. Y explicó el motivo: «Nos dimos cuenta de que los niños eran
incapaces de mantenerse quietos delante
del libro sin despegar todas las pegatinas y rayotear las páginas».
Dicho así, sonaba a que era la primera vez en su vida que trataban con
niños de 3 años o a que pensaban que los pequeños eran incapaces de
centrarse en algo. Sospecho que el problema debía ser que los alumnos
no la entendían, aunque ella anunciara en Navidad que ya eran
trilingües. Después del segundo trimestre, habían logrado fotocopiar
algunas
páginas para rayotearlas. (Cuando se están haciendo esas
fotocopias
debe ser cuando se quedan solos.)

El caso es que Ana se entusiasma con LÁPIZ, que incluye pequeñas
historias que enlazan las actividades y que ella escucha muy
atentamente. Y he comprobado que ella (y estoy segura de que cualquier
otro niño de su edad) sería capaz de hacer todas las actividades del
libro en una semana, si se le presta un poco de atención. Y da tiempo
para comentar las historias, las imágenes, pegar, recortar, y, sobre todo, jugar. Me
pregunto por qué en el colegio necesitan más de medio curso para abordar
menos de un tercio del libro.

Ojalá sea sólo cosa de su escuela.

La semana próxima volveremos. A ver qué nuevas anécdotas nos deparan. Espero que sean buenas.