Trabajo social
Fotógrafos que no dan ninguna pena
Esta foto la hizo Payton, de ocho años. Forma parte de un proyecto
llamado "¡Yo también soy un niño!" (I am a kid too!) en el que doce
niños, de entre 4 y 22 años, con graves problemas médicos contaron sus historias a través de la
fotografía.
La historia es del pasado verano. La doctora Jennifer Swanberg —catedrática de trabajos
sociales de la Universidad de Kentucky, en el Reino Unido, y fotógrafa
aficionada— entregó a los más mayores una cámara
digital y a los pequeños una cámara infantil de grandes dimensiones. Además, les designaron varios fotógrafos profesionales del área de Lexington
para que les guiaran en su aventura.
Una vez a la semana, se reunían todos, descargaban las fotos en el
ordenador, las miraban y hablaban sobre fotografía. Y entre sesión y
sesión, su mundo era hacer más y más fotos.
«Lo que ví en estas fotos fue una enorme alegría», dijo la Dr.
Swanberg. «A pesar de sus problemas médicos, estos niños son ante todo
y sobre todo niños. Les encanta explorar. No tienen ideas preconcebidas
de cómo debe ser una foto. Ellos simplemente cogen la
cámara y se ponen en marcha».
Con el programa, también se pretendía enseñar a los profesionales de la medicina (médicos, psiquiatras, enfermeras, ...) a tratar a los niños que nacen con serios problemas médicos como a personas con sentimientos, y no como a diagnósticos.
A los 12 niños que participan en el proyecto los
dieron en adopción, y muchos trabajadores sociales pensaron que no
tardarían en morir.
Tim, de 21 años, nació con espina bífida y siempre ha ido en silla de ruedas. Kristina nació sin una estructura ósea en su rostro, y en sus 22 años de vida ha sido sometida ya a 27 operaciones sólo en la cara.
Justin (en la foto de abajo) murió a los 16 años, después de haber pasado su corta vida pegado a una bombona de oxígeno por una fibrosis quística. Él fue el que dijo a la Dr. Swanberg la frase con la que se bautizó el proyecto: «¡Yo también soy un niño!»
«Son tan valientes, tan sorprendentes, tan fuertes», dijo Catherine Van Kempen, una estudiante de fotografía de la Universidad que participó en el proyecto. «Esto me ha hecho reevaluar mi propia forma de pensar».
Kristina, la chica con los problemas en la cara, ha mostrado su trabajo y está vendiendo sus fotos. Hay gente que la considera una fotógrafa con talento. Y todo porque se cruzó con alguien en la vida que puso una cámara sobre sus manos y le dio ánimos.
(Foto de Payton)
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