«¿Vas a hablar hoy con nosotras?», le preguntaban las enfermeras cada
mañana sin obtener respuesta. El viernes pasado decidió contestar: «Sí,
eso creo». Se quedaron atónitas. Se trataba del misterioso Hombre del Piano que llevaba en el hospital psiquiátrico desde el pasado abril sin decir
palabra. La prensa había contado de él que lo encontraron paseando por una playa
inglesa elegantemente vestido, con la ropa mojada como si fuese el superviviente de
un naufragio, sin documentación, sin hablar ni una palabra, con la
mirada perdida. Lo llevaron a un hospital y sólo se comunicaba a través
del dibujo y tocando al piano de forma magistral.
Desde entonces ha estado ingresado en el Hospital The Little Brook, en
Dartford (Kent), sin que nadie lograra identificarlo. «Desde que dibujó un piano en el papel donde los médicos esperaban que
hubiera escrito su nombre, el muchacho pasa las horas sentado ante el
teclado», decía el 20 minutos en un artículo de abril. «Si le dejan, a veces se pasa varias horas al piano.»

Ayer, el tono de la prensa cambió. El Daily Mirror subtitulaba:
«Se creía que era un genio de la música que había perdido la cabeza,
que había tratado de quitarse la vida para retirarse a un mundo de
silencio… pero en realidad es un gay alemán que engañó a los médicos
y que apenas sabe tocar una nota». Según relata este respetuoso
diario
británico,
el viernes pasado decidió contar que había
perdido su empleo en París y que
después viajó al Reino Unido con el tren Eurostar. Había cuidado
enfermos mentales, de los que copió el comportamiento. Cuando le
encontraron —en una carretera de la isla de
Sheppey, al sur del condado de Kent— estaba tratando de quitarse la
vida. Añaden que no sabía tocar el piano, que, en realidad, sólo
aporreaba la misma nota una y otra vez. Ya ha sido dado de alta y ha
vuelto a su país natal.

Al periódico inglés parece que le ha defraudado mucho que el joven
no sepa tocar el piano y que encima sea gay y alemán. Hay muchos
periodistas, como se puede ver, a los que les hubiese gustado escribir
novelas de ficción y fantasía, pero algunos otros hubiesen preferido el
oficio de verdugo.