Veo el patio del colegio desde la ventana. Una ventaja. Hoy estamos
haciendo un simulacro de cumpleaños. Ana los cumple en época de
vacaciones pero no se podía quedar sin su día especial
en el colegio, ahora que todavía cuelan esas ventajas sociales. Como a
todos los niños, le han hecho una corona de cartón. Y veo que ella, que
rara vez soporta una gorra por más de unos minutos, va muy contenta con
su corona blanca sin quitársela ni un segundo. Esta tarde, la última
tarde del curso, llevaremos el enorme pastel y las chucherías que se
suelen regalar a todos los niños. Aquí no suele ser un caramelo a cada
uno, como antes, sino una bolsa con un amplio surtido de golosinas,
gusanitos, chupa-chups, globos, … Yo hubiese preferido regalar un
“pompero”. Pero imaginaba a los 18 haciendo pompas al mismo tiempo y a
la maestra enloqueciendo, y desistí. Ayer decidimos preparar las bolsas
en casa. Ana distribuyó el surtido en las 18 bolsitas, y después les
atamos lazos rojos a cada una.

Cuando somos mayores, esperamos tanto de los días especiales que
suelen acabar siendo una pesadilla. A Woody  Allen, cuando cumple
años, cada 1 de diciembre, suelen preguntarle: «¿Qué te gustaría para
este día?» Y responde, sin dudarlo: «Que no ocurra nada malo».