Nº 33

Jimi Hendrix para coleccionistas
Jimi tenía una afición exagerada a rasgar la escoba. Durante una época eran inseparables y hasta se la llevaba al colegio. Así que Al Hendrix, el padre, le compró su primera guitarra acústica por cinco dólares. Aunque ya había cumplido los 17. Al no imaginaba que su hijo se convertiría en el mejor guitarrista del mundo.
La tortuga que ganó la carrera
Una de las estrellas del pop actual con más éxito, Mika, no puede leer música, tiene dislexia y sufrió un acoso escolar tan brutal que llegó a pensar que no llegaría a los 20.

¿Qué estamos haciendo?
Lo advirtió Neil Postman hace casi tres décadas y nadie le hizo caso: la infancia desaparece.
Pedro Melenas
¡Aquí está, nenes y nenas,
éste es Pedro Melenas!
Por no cortarse las uñas
le crecieron diez pezuñas,
y hace más de un año entero
que no ha visto al peluquero.
¡Qué vergüenza! ¡Qué horroroso!
¡Qué niño más cochambroso!
En la Navidad de 1844, el médico alemán Heinrich Hoffman (1809-1894) buscaba por las librerías de Frankfurt un libro para su hijo de tres años y medio. Quería un libro ilustrado, adecuado para su edad, pero todo lo que veía le parecía insulso, «libros de dibujos de piratas, de animales, de sillas y de mesas. Historias largas y bobas que tras múltiples exhortos, concluían con la moraleja explícita: Los niños deben ser siempre buenos o Los niños deben ser limpios o decentes, o justos, etc.»
Así que el doctor Hoffman se compró un cuaderno en blanco e hizo el libro que él creía que su hijo necesitaba. Según Hoffman, «el niño aprende viendo, le entra por los ojos, comprende lo que ve. No hay que hacerle advertencias morales.»
Y así es el libro, visual. Las moralejas saltan a la vista, a veces con una niña incendiada por haber usado unas cerillas, o con las tenazas que cortan el dedo del niño que se pasaba el día chupándoselo. En la imagen de arriba —'Die Geschichte vom Suppen-Kaspar' (La Historia de Gaspar, el Melindroso)—, Gaspar es un niño que rechaza la comida sana y nutritiva. Al principio, es un niño saludable, pero cada vez está más débil y delgado, hasta que muere.
En la primera versión, Pedro Melenas (Struwwelpeter) aparecía al final, pero acabó dando título al libro. En todas las historias, aparece un niño con algún mal hábito que al final recibe un castigo. Son cortas, escritas en verso, y se convirtieron en uno de los libros para niños de más éxito en Alemania. Se tradujo a varios idiomas, y el mismo Mark Twain se encargó de la traducción al inglés.
Hoffman no tenía intención de hacerse famoso, sólo de hacer un libro para su hijo. Lo colocó bajo el árbol de Navidad, su hijo lo abrió, lo leyó y, según Hoffman, produjo el efecto que él quería.
—Struwwelpeter, traducido por Mark Twain.
— Der Struwwelpeter, en Project Gutenberg. En inglés y alemán.
—Galería de Struwwelpeter en la Universidad de Goethe, en Frankfurt.
—Versión nueva del libro de Struwwelpeter, ilustrada por Bob Staake.

Los niños de esta exposición sólo tienen dos cosas en común: viven en Holanda y tienen siete años.
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