28.03.2013

Especial Literatura Infantil

¡Pero si esto lo haría cualquiera!

Myriam López Blanco

Tienes que comprar un regalo a un niño y, por primera vez, te acercas a la zona infantil de tu librería. Echas un vistazo a las novedades. Ojeas. Te sorprenden los contenidos, ¡y los precios! ¡Pero si no son más de 300  palabras! ¿14 euros? ¡Pero si esto lo haría cualquiera! Y entonces tienes la revelación: ¡Yo mismo! ¡Podría hacerlo yo mismo!

Vuelves a casa, afilas lápices, te armas de papel, aunque no mucho, total van a ser 300 palabras. Ríes entre dientes. Esto es pan comido. Quizás también pueda hacer yo mismo los dibujos. Ya te estás viendo en la Feria del Libro, con una cola de niños esperando que les firmes un ejemplar de tu primer éxito, que será traducido a 20, 30, 40 idiomas. ¡Dios mío, J. K. Rowling es una de las mujeres más ricas del mundo! Pasan varios días, semanas. Escribes, y escribes, y empiezas a sospechar que es más difícil de lo que creías. Pero al final consigues hilar una historia que le encanta a tu familia: ¡Es una obra maestra! Lo envías a las editoriales,... Pero lo rechazan.

¿Por qué? ¡Si a todo el mundo le gusta!

Existe una posibilidad de que tu obra sea magistral y no la hayan sabido reconocer. Le ha pasado a muchos autores de éxito. A Astrid Lindgren le rechazaron Pipi Calzaslargas. A William Golding le dijeron que El señor de las moscas era "una fantasía absurda y poco interesante". Concretamente, que era "una basura aburrida". C. S. Lewis, el de las Crónicas de Narnia, fue rechazado 800 veces antes de publicar un texto. Tampoco gustó a nadie el libro del Dr. Seuss, que consideraron muy distinto a los que estaban en el mercado y, por lo tanto, no se vendería. Al autor de El Libro de la Selva le escribieron una nota los del San Francisco Examiner que decía: "Lo siento, señor Kipling, pero usted, sencillamente, no sabe usar el idioma inglés". Y a Rowling le rechazaron Harry Potter una docena de editores. De hecho, si no llega a ser por la hija de ocho años del director de una pequeña editorial londinense, que le rogó a su padre que lo publicara, el aprendiz de mago no habría visto la luz.

La falta de olfato de los editores podría ser también tu caso, todo es posible. Pero lo más probable es que te hayas saltado las reglas del juego. La literatura infantil no es una rama menor de la literatura universal, como mucha gente cree, sino la más difícil. Los niños son los lectores más exigentes. No se tragan cualquier cosa, y no le darán una segunda oportunidad a un texto si no les atrapa en la primera página. Muchos de los escritores más reconocidos de todos los tiempos se han confesado incapaces de escribir para el público menudo.

Los niños se van a por el libro divertido, el que les llega directo al corazón o el que les hace cosquillas en la primera línea. Es preciso desprenderse de todas esas capas que acumulamos con la edad, esas que nos vuelven pedantes, oscuros y verbosos. Es necesario sacar al niño que llevamos dentro, desempolvarlo y volver a ver el mundo a través de sus ojos. ¿Cuándo fue la última vez que pasó un tren cerca de ti, y sentiste el viento golpeándote y te estremeciste? Me refiero a sentirlo de verdad. ¿Cuándo fue la última vez que te paraste a mirar una flor, o una mariposa, y te maravillaste por lo que veías? ¿Recuerdas aquellas sensaciones de niño, cuando el lavabo era más alto que tú y tenías que colgarte para poder lavarte las manos y al ir a buscar la toalla se colaba un hilillo de agua por dentro la manga? ¿Te acuerdas de que en aquella época todo, absolutamente todo, era posible y apasionante? Haz memoria antes de empezar a escribir. Y, si no puedes, no desesperes. Te queda la posibilidad de escribir para los adultos.