Pregunta: ¿Cuándo se escribió el siguiente texto?

«La vacía agitación política, resultado necesario del régimen
parlamentario, parece condenar a los países pequeños a una esterilidad
intelectual, porque absorbe todas las capacidades desde que florece. La
dirección moral que sólo puede dar la ciencia desaparece, y los
institutos y las academias se vacían para henchir los parlamentos y
alimentar el periodismo. Vése, pues, una educación aparentemente más
extensa pero de hecho sin intensidad, ni vigor, condenada a una
decadencia fatal. No se sabe más que lo prácticamente indispensable, y
por eso mismo, el libro del saber necesario se cierra diariamente,
llegándose al cabo a una vulgaridad trivial.

Esa misma agitación política, por naturaleza enemiga del carácter,
al que amezquina y deprime, vicia el temperamento de las naciones
condenadas a sacrificar a la profesión sus mejores hombres. La
corrupción, más o menos positiva, la seducción de la vanidad, de las
prebendas, de los empleos, de la influencia, lanza en los caracteres
una semilla de perversión que germina en el cuerpo de una sociedad
desprovista de un grupo de hombres sabios, de caracteres fuertes,
ajenos a las miserias comunes; fibra íntima, meollo resistente, que
pone en jaque la influencia deletérea de la intriga.»

Respuesta: Podría haberse escrito esta misma mañana. Sin embargo, es del
siglo XIX. Lo citó Miguel
de Unamuno en un artículo que publicó en el diario La Nación el 11 de
agosto de 1907. Y pertenece al portugués Oliveira Martins que,
según el poeta y pensador español, «fue el único historiador
verdaderamente genial que ha
producido la península ibérica» en el siglo XIX. Está traducida por el
mismo Unamuno de la
Historia de Portugal
de ese autor.

Parece que la historia se repite una y otra vez, como ocurría en la película Atrapado en el tiempo (Groundhog Day, 1993).

Ayer fuimos a la fiesta de fin de curso del nuevo colegio.
Impresionante, sobre todo al compararlo con el anterior, ese
que ha ocupado la zona de Infantil-3 años de este blog. Empezó a las 10
de la mañana, con una hora de puertas abiertas durante la cual se
podían visitar las aulas y bibliotecas. La zona de Infantil se llenó de
padres de niños que empezarán este próximo curso o que planean hacerlo
en el 2006. Era la primera vez que veía un grupo de padres muy
pendientes de cada detalle del funcionamiento de la escuela. Yo diría
que algunos eran especialmente tiquis-miquis.

Cada aula de Infantil (hay cinco), además de tener lo reglamentario
(lavabos dentro, espacio suficiente, etc), dispone de un ordenador,
televisión, DVD, minibiblioteca, un patio privado, juguetes, mucho material para “trabajar” en clase y detalles que hablaban por
sí solos. También tienen otros espacios para ellos, como el aula de
psicomotricidad, el patio común, la zona independizada en el comedor,
la biblioteca grande, un aula para actividades periescolares,…

El patio común es gigantesco, con una zona de columpios para los más
pequeños y otra para los no tan pequeños, fuentes a la altura de los
más bajitos, recintos con arena de playa para jugar, …

La fiesta contó con hinchables para hacer saltar a los peques,
comida (tapas) que salían sin parar del recién estrenado comedor y
bebida (la cerveza con alcohol sólo de una a tres¡!). Había un pequeño
rastro de libros, cuentos y juguetes en una parte del recinto, y unas
alumnas adolescentes pasaban de vez en cuando leyendo por un altavoz
las próximas actividades del día, en varios idiomas.

Mientras, unos expertos en paellas gigantes preparaban la gran comilona bajo la solana que nos cae en el Levante estos días.

Se veía gente (sobre todo de la Asociación de Padres que era la organizadora) muy pendiente de que todo marchase
bien.

Al final de la tarde, la actuación de los niños de Infantil fue muy
digna. El salón de actos tiene espacio suficiente para alojar a más de
quinientas personas. Cada grupo aparecía con su
maestra/o y con la ayudante (porque aquí el ratio en infantil no es 23
por profesor sino 17/1, y si hay más tienen maestro + ayudante).
Después de la actuación, los más peques cantaron todos juntos la canción del colegio, con pequeños fragmentos en francés, alemán e inglés, pero no en valenciano. 

Hace unos días, El País publicó un artículo
sobre Educación escrito por una profesora de Lengua Castellana y
Literatura de un instituto de Elda, Alicante. Llegar sin aliento al
final del texto es fácil, por lo barroco y por lo denso. Stephen King
dijo en una entrevista para La Vanguardia
que los autores españoles
escriben siempre tratando de demostrar que saben mucho. Se podría
añadir: o tratando de ocultar lo que no saben. El problema está en que
les ocurre lo mismo a muchos profesores, que son los que enseñan (y,
por descontado, a muchos periodistas). Tenemos muchos ejemplos de
columnistas que no dicen absolutamente nada relevante pero que cobran
mucho dinero por rizar palabras. Hacen chicle para los ojos. Y lo normal es
salir de la Universidad pensando que escribir mucho para decir poco es
escribir bien.

Aquí van dos de los párrafos barrocos de la profesora eldense:

«La asignaturización del currículo, el enciclopedismo de los
programas, la actual formación inicial del profesorado, los libros de
texto tradicionales, la rigidez en la distribución de espacios y
tiempos son herramientas tan oxidadas como el morrión que Don Quijote
pretende convertir en celada.»

Glups. No puedo evitar pensar si en clase será igual. Pero en el penúltimo párrafo me quedo estupefacta por partida doble:

«Necesitamos escuelas a la altura de los tiempos, y ello requiere
profundas transformaciones en las estructuras educativas y profundas
reformas sociales. De no hacerlo así, profesores y profesoras
seguiremos desembarcando en las aulas haciendo jurar a nuestros
estupefactos interlocutores que Dulcinea (o la estructura del átomo o
la filosofía de Aristóteles o las ecuaciones de segundo grado o las
rocas sedimentarias o la música de Haydn o el genitivo sajón) es la más
hermosa de las mujeres de la Tierra. Y ellos, nuestros estupefactos
interlocutores, como aquellos mercaderes toledanos a quienes no les era
dado juzgar por sí mismos, oscilarán entre la indiferencia, la burla o
la crueldad.»

La reforma educativa debería incluír las asignaturas: “Claridad de ideas” y “Cómo transmitir un pensamiento sin usar el retruécano“, ya que utilizarlo de forma natural está garantizado en este país.
No es posible facilitar información útil sin hacerlo de forma clara y
concisa, sobre todo en la era de Internet. Deberíamos de dejar de
premiar a los churriguerescos y empezar a buscar a comunicadores y profesores
más acordes con el siglo en el que estamos. 

Ana Maria Matute
es una escritora que nació en Barcelona hace 79 años pero que no ha
olvidado lo que significa ser niño. La entrevistaron ayer en la radio y
dijo que se sentía una cría de once años, que se quedó estancada en esa
edad. Recurre a la infancia con
frecuencia en sus  obras y en sus explicaciones, y cuenta que la
suya fue un tanto dura. Ha escrito libros sobre niños (Los niños tontos, 1956) y para niños: Caballito Loco (1982), Tres y un sueño (1961), Sólo un pie descalzo (1983) y Paulina (1984). Ha recibido multitud de premios y ha estado nominada al premio Nobel de Literatura.

Una vez le preguntaron cómo empezó a escribir, y contestó lo siguiente:

«(…) Supongo que las razones o motivos de un escritor como tal, obedecen
a causas tan distintas entre sí, como distintos entre sí son todos los
hombres; pero sin olvidar que a todos en general acostumbra unirnos un
nexo común: el malestar en el mundo.

Reduciendo esto a mi caso particular, si para explicar o explicarme
esas razones acudo a la infancia, es porque creo que tanto en la
literatura como en la vida, la “infancia” está siempre aquí.

Muchas veces he dicho que si yo escribo es porque no sé hablar. Y
añado ahora, que si todavía no sé hablar, acaso tenga parte en ello el
hecho de que fui una niña tartamuda. Pero muy tartamuda: como
acostumbran a presentarse en los chistes o en las películas cómicas.
Como no podía expresarme igual a las otras niñas, como me sentía
aislada del mundo que me rodeaba, y por circunstancias implícitas a la
época en que me tocó nacer, a la familia y clase social a que
pertenecía, mi infancia transcurrió, en su mayor parte, sumida en el
desamor y en la soledad.

Para los niños como nosotros, los padres resultaban seres casi
míticos, totalmente alejados de nuestra confianza. Por lo común, los
niños de mi tiempo debíamos refugiarnos en alguna amistad de colegio, o
en algún cariño capaz de llenar tanto vacío afectivo, como el que podía
ser el de alguna niñera o cocinera. Hasta que llegara un día en que
súbitamente y, aun en la ignorancia de la cara más cínica del mundo,
nos arrojasen hacia la vida, nos enfrentasen a ella brusca y
dolorosamente. de un empujón, como quien lanza a la piscina una
criatura que nunca aprenderá a nadar.

Lo que acabo de referir puede dar una idea aproximada de la soledad
de una niña cuyas palabras siempre hacen reír a sus compañeros en
clase. Incluso a sus profesoras, y hasta a sus propios hermanos. Risas
y burlas, que los años disculpan, pero que no pueden olvidarse. A mí me
gustaba estudiar, y lo hacía, pero no podía recitar mis lecciones o
responder a las preguntas en mi clase. Y acabé siendo la última, con
las represiones y amenazas que se suponen, y acabaron por arrinconarme
y aislarme definitivamente. Pasé a ser la eterna “distraída” cuando en
verdad ahora pienso era más exactamente la “retraída”. Así pues, ya que
la vida o el mundo me resultaban ajenos, me rechazaban, por así
decirlo, hube de inventarme el mundo, y la vida.

Nunca entré en lo que suele llamarse “los secretos de las niñas”,
porque las niñas no me querían. Era desmañada y demasiado inocente.
Sigo siendo desmañada, aunque lamentablemente, algo menos inocente.

No sé en qué lenguaje (porque existe el lenguaje de la infancia, un
lenguaje universal aunque siempre perdido u olvidado) me diría: ¿Quién
ha inventado mi vida? ¿Quién soy yo?

No creía pertenecer ni a aquella familia ni a aquel ambiente, ni a
aquella época ni a aquella sociedad. Intuitivamente me decía: ¿Es que
yo no soy de éstos, o es que todavía no he llegado a alguien? Después
de preguntarme: ¿Quién inventó mi vida?, decidí inventarla yo; y
enseguida comencé a escribir. Y a descubrir que la soledad podía ser
verdaderamente algo hermoso, aunque ignorado. Y de pronto, la soledad
cambió su figura, se convirtió en otra cosa. Creció como la sombra de
un pájaro crece en la pared, emprende el vuelo y se convierte en algo
fascinante: algo parecido a la revelación de la otra cara de esa vida
que nos rechaza.

Así aprendí a ver el fulgor de oscuridad. Yo quería (al revés de los
otros niños) ser castigada en el cuarto oscuro, para ver ese resplandor
de la nada aparente. Y recuerdo que un día, al partir entre mis dedos
un terrón de azúcar, brotó en la oscuridad una chispita azul. No podría
explicar hasta dónde me llevó esa chispita azul. Pero creo que todavía
hoy puedo, a veces, ver luz en la oscuridad, o mejor dicho, la luz de
la oscuridad. Eso es lo que hago cuando escribo.

En medio de estos pequeños desastres de mi vida, que a lo largo de
los años pienso no lo fueron tanto, estalló la Guerra Civil. Entonces,
la imagen más brutal y menos agradable de la vida rompió y penetró en
ese círculo mío, en esa especie de isla privada y solitaria. Aprendí a
mirar las cosas y los seres con otros ojos, a oír con otros oídos, y a
comprender, al fin, que no importaba demasiado de dónde venía yo o a
dónde iba. Supe que estaba allí. Y que debía avanzar, tanto si me
gustaba como si no.

Así estoy aún. Sólo puedo añadir, ya que no sé hablar, que probablemente tengo aún mucho que escribir. Pero nada más que decir.»

 (Publicado en Revista de Bellas Artes, núm. 3. México, julio de 1982)

Hoy había una mujer de mediana edad en la cola del supermercado,
delante de mi. Iba en bañador, con un elegante pareo y aspecto de
secretaria ejecutiva. Sólo tenía dos personas delante pero se empezó a
poner nerviosa. Me miró y me dijo, señalándome el sitio: «Yo estoy
aquí, ¿eh? Voy a buscar otra cajera porque esto no puede ser». La seguí
con la mirada en su deambular por los pasillos, con su cómico gesto de salva-patrias. Me volvió a mirar y dijo, cabeceando: «Claro, es que tenemos que quejarnos, porque si no…»

Puede que las cajeras de supermercado de provincias sean un poco más
lentas. Eso te exaspera cuando vienes de la gran ciudad y crees que tu
tiempo es demasiado valioso para perder un minuto. Desgraciadamente,
ocurre lo mismo en la carretera. Muchos corren más de lo debido para
llegar un cuarto de hora antes al peaje, donde te los vuelves a
encontrar.

Así son muchos de los veraneantes que llegan a esta playa a ocupar
su chalet o apartamento, vacío durante el resto del año. Este próximo
fin de semana se espera la avalancha. Como esta es una playa familiar,
se ven padres dedicados a la tarea de atender a los hijos, aunque sólo
sea en vacaciones.

Lo que nunca imaginé es que yo iba a ser capaz de contemplarles desde el otro lado, el tranquilo lado local,
y de reconocer esa prepotencia histérica que traen de la capital. Antes
yo era como ellos. Pero ahora hago ejercicios de antropología cultural
con los de la ciudad y no con los del pueblo, y juego a adivinar en qué
fase están. Al principio, reina la histeria. Después de unas semanas,
casi cuando es hora de volver, se han humanizado un poco.

Junto al paseo, en las duchas, veo cada tarde varias madres
histéricas porque sus hijos se les escapan para volver a mojarse los
pies una vez más o porque vuelven a manchárselos de arena. También oigo
órdenes militares, como las de ayer de una madre a dos chicos que
estaban haciendo un enorme castillo amurallado en la orilla: «¡Vámonos
ahora mismo si queréis poder bañaros en la piscina cinco minutos!».
¿Cinco minutos en la piscina? ¿Qué puedes hacer en una piscina durante
cinco minutos? Los niños contestaron con un gesto de asqueo
generalizado. Pensé: ¡Qué plastas somos los padres y qué difícil parece
darse cuenta de ello!

Cuando era pequeña, algo me chocaba de la serie Verano Azul
pero no sabía qué. Ahora lo sé. Aunque yo estaba en la misma situación
que Javi o Bea, no entendía por qué esos veraneantes con casas vacías
en la playa necesitaban vivir todo el año en la ciudad, donde no tenían
mar, ni amigos con los que saborear el tiempo, ni un espacio donde
poder jugar o ir en bicicleta. Sigo sin entenderlo (¡aunque me alegro
de que sigan allí!).

«Mi ahijada se llama Srilatha y vive en Anantapur. La apadriné cuando
tenía 4 añitos y ya es una mujercita de 15 años a la que le gustaría
ser cantante. Srilatha pertenece a la casta de los Intocables, la casta
más oprimida y pobre del país. Aunque oficialmente el sistema de castas
está prohibido desde hace años, en la realidad, esta división, no ha
desaparecido en la sociedad. Sería como intentar prohibir aquí la
distinción entre “payos” y gitanos.

Con el dinero que le envío mensualmente, una cantidad ridícula, la
verdad, le dan dos comidas al día, dos vestidos al año, toda la
atención sanitaria que requiera y escolarización con todo el material
que necesite. Vicente Ferrer no permite hacer regalos a los los ahijados para
que no se creen diferencias entre los niños. Pero se pueden hacer
regalos al conjunto de los escolares: libretas, colores, material
escolar, mapas…

Los padrinos pueden ir a visitar a sus ahijados
cuando quieran, aunque pilla un poco lejos. También le he abierto una
libreta de ahorro a Srilatha, donde le voy ingresando una pequeña
cantidad anual (que ha de ser igual para todos los niños, no puedes
darle más a tu ahijado. Si deseas dar más, le abren una libreta a otro
niño). Con esa libreta, Srilatha, cuando termine el colegio no tendrá
que casarse si no lo desea y podrá elegir entre seguir estudiando o
abrir su propio negocio.

La Fundación da microcréditos, sobre todo a
las mujeres, que parecen más responsables desde el punto de vista
laboral y económico, para que las chicas se abran su propio negocio y
no tengan que casarse para que las mantengan, ya que sus padres no
pueden seguir alimentándolas. Me escribo con Sreelatha desde hace once
años: dos veces al año (bueno, al principio, ella sólo dibujaba y me
escribía su profesor). Tengo tres fotografías de ella desde que era una
niña flaquísima y asustada hasta hoy, que es una señorita listísima y
preciosa.

Quien quiera saber más de este hombre al que tanto y tanto admiro, puede visitar la dirección: http://www.fundacionvicenteferrer.org. No conozco a nadie que haga tanto por los niños a cambio de nada.»

(Es una contribución de Atila, un seudónimo de los muchos —sino todos— que se usan en este blog).

Norbert Wiener (Missouri, 1894 — Suecia, 1964)
fue muy famoso cuando era niño y también al final de su vida. En 1906, se
referían a él como El niño más extraordinario del mundo, era un prodigio. De mayor, volvió a la palestra sobre todo por sus
ideas políticas y no tanto por su importante labor científica. Norbert
revolucionó el mundo de la ciencia con su libro Cibernética o el control y comunicación en animales y máquinas,
publicado en 1948.

Los periodistas Flo Conway y Jim Siegelman han
publicado una nueva biografía en la que rescatan al genio de su
oscuridad y desvelan aspectos de su vida familiar que se desconocían. Freeman J. Dyson publica en The New York Review of Books una estupenda revisión de este libro, titulado Dark Hero of the Information Age: In Search of Norbert Wiener, the Father of Cybernetics.

La infancia de Norbert fue atormentada. Vivió soportando la tiranía
de su padre, Leo Wiener, que también fue su maestro en casa. Leo fue el
primer profesor judío que se admitió en Harvard. Era
experto en lenguas eslavas. A su hijo le enseñaba griego, latin,
matemáticas, física y química. En su primera autobiografía, Ex-prodigy: My
Childhood and Youth
, Norbert cuenta que su padre siempre comenzaba las
clases con un tono amistoso y suave hasta que él cometía su primer error
matemático. Entonces el cariñoso padre se convertía en un demonio
encolerizado. Norbert acababa llorando y ni su madre era capaz de
mediar para defenderle.

A los once años, Leo inscribió a su hijo en la Universidad de Tufts,
donde se graduó en matemáticas a los 14 años. Después fue a la Universidad de Harvard,
donde obtuvo un doctorado en lógica matemática a la edad de 18. Durante
toda la infancia y adolescencia de Norbert, Leo repetía con énfasis que
los éxitos de su hijo no se debían a que fuese un prodigio
sino a las enseñanzas que él le había proporcionado. En cuanto a los fallos, Leo le cedía a Norbert todos los derechos.

A los 18 años, comenzó su brillante  carrera en el Massachusetts
Institute of Technology

(MIT) y se liberó de las torturas de la niñez y
adolescencia, aunque le esperarían otros tipos de control. Su familia
le había amañado el matrimonio con Margaret Engemann, alumna de su padre,
que desempeñó el papel de esposa protectora y celosa hasta límites
insospechados. La nueva biografía desvela el maléfico papel que jugó
esta mujer  en la vida del genio. Sólo un ejemplo: Margaret había
emigrado de Alemania a América a los 14 años y era una ferviente
admiradora de Adolf Hitler. Norbert era judío, y
además tenía amigos que sufrían la persecución nazi en la época.
Margaret guardaba dos
copias del libro de Hitler, Mein Kampf, en versión inglesa y alemana,
en un sitio bien visible de su dormitorio.

Tuvieron dos hijas, Barbara
y Peggy, que huyeron del hogar familiar por causa de las paranoicas
invenciones de la madre, según la nueva biografía. Precísamente han
sido las hijas las que han provocado la publicación de este libro, aportando
documentos que sólo podían ver la luz tras la muerte de su madre a los
95 años. Freeman dice que nunca podremos saber si todo esto es cierto
porque la madre nunca podrá dar su réplica. Sin embargo, añade que, por
lo menos, no pertenece al nuevo estilo de biografía que se dedica a
mostrar sólo las debilidades de los personajes de la historia sin mencionar
su contribución científica. 

Enlaces de interés:

—¿Qué es la cibernética?

—Breve biografía de Norbert Wiener.

— American Society for Cybernetics.

 —Principia Cybernetica Web.

«Con un trozo de plástico (una carcasa de bolígrafo, por ejemplo) y
unos trozos pequeños de papel se pueden observar las fuerzas de origen
eléctrico. Se frota el plástico sobre una superficie seca -como una
tela- y después se acerca a los papelitos. Si los materiales son
adecuados, los papelitos se moverán antes de tocarlos, deduciéndose
fácilmente la existencia de una fuerza eléctrica.» Este experimento lo
hemos hecho todos de pequeños, y es uno de los que se proponen en el
nuevo web Cosmoeduca, creado por el Instituto de Astrofísica de Canarias
para ayudar a entender la ciencia. Hay explicaciones sobre la
Gravitación, la Relatividad y Marte en el Sistema Solar expuestas como
si fuesen páginas de un libro sin imágenes, desaprovechando las
posibilidades de Internet. Pero desde las páginas de El País se asegura que «la trastienda de Cosmoeduca es un trabajo a fondo, desde la selección
de los temas que se debían tratar hasta el desarrollo de un formato
final atractivo».

Se puede comparar con la NasaKids, el colorido espacio de la Nasa para los niños.

Carl Sagan logró llegar a
todo el mundo con la pasión que transmitía al explicar los fenómenos
del espacio. Dicen que, probablemente, su éxito y el de su serie Cosmos
se basó en que no subestimaba la inteligencia de los espectadores.
Durante los últimos meses de vida, Sagan tenía un proyecto en mente: producir
una serie titulada COSMOS FOR KIDS. No fue posible. Murió a los 62
años, el 20 de diciembre de 1996. Habría sido interesante verle
manejándose con las ventajas de Internet. Con la tele, logró una
generación de aficionados a la Astronomía.

Los menores de cinco años no pueden volar solos, pero sí los que
tienen entre cinco y 12 años. Sólo con Iberia, cada año viajan solos
más de
60.000 niños. Se les llama UM en el argot del aeropuerto (del inglés Unaccompanied Minor,
Menor no acompañado). Llevan toda su documentación colgada al cuello en
una bolsita de plástico colorida y todos están pendientes de ellos, la policía
del aeropuerto y el personal de tierra y de aire de la compañía con la
que viaje el pequeño. Hay compañías que establecen un límite. En
Iberia, por ejemplo, no pueden ir más de seis niños solos de entre 5 y
8 años por avión, según Cinco Días

En la bolsita que llevan al cuello se incluye información del tipo:
la identificación de las personas que llevan al niño al aeropuerto y
que irán a buscarle a la llegada; los idiomas que habla el niño; las
alergias o necesidades especiales que pueda tener; el itinerario que
hará el pequeño; y un descargo de responsabilidad. En algunas
compañías, como Lufthansa, British Airways o Iberia, se hacen cargo del
pequeño desde el mostrador de facturación. En otras, como Spanair, sólo
se ocupan de él a partir del embarque. En el avión, se les ofrece
comida especial para niños presentada de forma divertida, y, en según
qué compañía, el personal les atiende de manera exclusiva.

Hay compañías que no aceptan críos que tengan que hacer itinerarios
con escalas. Y si al llegar a su destino no viene nadie a recoger al pequeño o
quien viene no va documentado, el personal de la compañía entrega el niño a las
autoridades.   

En el tren o en autobús también pueden ir los pequeños viajantes. En
el AVE hay trayectos con servicio para niños de entre 4 y 11 años, y en
Grandes Líneas, entre 5 y 14 años. 

Una empresa española ha creado la primera máquina dispensadora de
dinero para niños de entre 8 y 15 años. Es para ir entrenándolos en la
árdua tarea del consumismo. El cajero automático en cuestión se llama
Eurolino, y es de la compañía Hispacounter. Acepta ingresos de monedas
y billetes, pero sólo dispensa monedas. Podrán ingresar sus ahorros
pero sólo sacar el límite semanal que estimen sus padres de antemano
con la entidad. Está diseñado con colores y sonidos pensados para la
infancia y tiene una altura de 1,4 metros. Un altavoz indica todos los
pasos con mensajes sonoros. Los niños podrán usarlo con una tarjeta que
en lugar de números en el código secreto tendrá dibujos. Según reconoce
Hispacounter, Eurolino «es una herramienta de marketing: es un servicio
de fidelización de futuros clientes». Por el momento, está en
exhibición para representantes de cajas de ahorro y bancos. Aunque
parece que en Alemania ya está teniendo una buena aceptación.