El otro día fuimos al pediatra. Hablando sobre los padres aficionados a automedicar a sus niños, nos dijo que es algo muy malo, que lo peor es que el fármaco puede enmascarar otras enfermedades más graves, y por eso no hay que hacerlo nunca, … pero, después de un rato de charla, confesó que, seguramente, si uno lleva a su hijo a varios pediatras, especialmente si son de urgencias, saldría de cada consulta con un diagnóstico y un tratamiento diferente.

«Llamadme, pues, antimoderno. Yo más bien me considero adversario de la mentecatez y la estulticia. Si a los tres años se empezasen a enseñar los rudimentos de la lectura y la escritura, quizá se podría evitar que nuestros hijos se convirtiesen en analfabetos funcionales.» Esto lo dice Juan Manuel de Prada en el periódico gratuito Padres de marzo de 2007.

El hiperpremiado e hiperverboso de Prada está enfadado porque a su hija de cinco años todavía no le han enseñado a leer en el cole mientras que a él le enseñó su abuelo antes de cumplir los tres, ante el “espanto” de sus familiares. Dice que su vocación literaria se fraguó entonces. Y también dice cosas como que «cuando a los cinco años no se sabe leer es previsible que a los diez no se sabrá escribir sin faltas de ortografía; y que a los quince no se sabrá desentrañar el significado de un texto mínimamente complejo». (¿Ha sentenciado a su propia hija?)

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Oliver Knill, de la Universidad Harvard, está recopilando DVD y VHS en los que aparece algo de matemáticas. Después, cuelga los clips en esta página web. De momento, hay 29. Tampoco tiene desperdicio esta otra recopilación de “primeros minutos de una clase“.

Según Puebla.

Cho Seung-hui, de 23 años, es el sospechoso de haber perpetrado la mayor masacre de Estados Unidos. Nació en Corea del Sur en 1984, y llegó a Estados Unidos a la edad de ocho años. Sus padres regentan una tintorería en una ciudad dormitorio al norte de Virginia, Centreville, y tienen otra hija que estudia en la Universidad de Princeton. Hace cinco semanas, Cho compró dos pistolas semiautomáticas. El lunes pasado mató con ellas a 32 personas de la Universidad donde estudiaba desde hacía cuatro años. Después, se pegó un tiro en la cara.

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Los del Movimiento por la extinción humana y voluntaria están decididos a no procrear. Dicen que «la lenta desaparición de la raza humana a través del cese voluntario de la procreación le permitirá a la biosfera terrestre recuperar la salud. El hacinamiento y la escasez de recursos se aliviarán a medida que reduzcamos nuestra densidad».

Aunque, si tienes hijos, también puedes unirte al movimiento porque, según reza en su web: «Los niños de hoy son el destino del mañana. Nuestros niños tienen el potencial de alcanzar la conciencia necesaria para revertir la dirección de la civilización y comenzar a restaurar la biosfera terrestre».

Dicen ser un movimiento, no una organización, creado por gente que se preocupa por la vida en el planeta Tierra: «No somos sólo un puñado de misántropos e inadaptados maltusianos y antisociales que se deleitan morbosamente cuando el desastre golpea a los humanos. Nada más lejos de la verdad».

Nos vamos de largas vacaciones, a desconectar. Felices pascuas a todos.

Mientras pagábamos en la caja del supermercado, una señora que esperaba detrás de nosotros le dijo a Ana:

—¡Qué guapa estás hoy!
Ana la miró perpleja, se apartó y miró hacia otro lugar.
La señora siguió:
—Es que te conozco de vista porque os veo ir a colegio cada día.
Y siguió hablando con la cajera, que la conocía:
—Es que a mi se me cae la baba con las niñas. Tengo la desgracia de tener cuatro hijos, todos varones, y tres nietos, también chicos. ¡Con la de cosas que yo le compraría a una nieta! Y la de cosas que tengo guardadas, joyas de la familia, que no le pienso dar a ninguno de ellos, claro. Con los chicos, todo lo que le des, se pierde…

Al salir, le dije a Ana:

—No te costaba nada sonreír. No hace falta que hables, sólo una pequeña sonrisa.
—Ya sabía que me ibas a decir eso.

Estuvimos en una representación de teatro infantil, “Berta la Experta”. Berta es una fabricante de juguetes que ha hecho una muñeca (Keka) que puede hablar. La bruja (Maruja Piruja) quiere apoderarse de ella y no sabe cómo. Pero una niña del público, sentada en el suelo en primera fila, con un vestidito azul celeste y no más de cuatro añitos, le grita: «¡¡¡¡¡Engaña a Keka!!!!!!». La bruja la mira, sorprendida, y dice, con voz de mala, muy mala: «Ya veo que tú eres de las mías».

Al final, la historia acaba bien, y los niños se llevan a casa, supuestamente, una lección sobre el valor de la amistad.