El año pasado, una madre envió a todos los padres de la clase un e-mail para que nos reuniéramos el día de Reyes para cenar juntos. Proponía que un paje entrara por sorpresa y le entregara un regalo a cada uno de nuestros hijos.
Al final del mensaje, añadía que conocía un mayorista de juguetes y ponía una lista de precios, desde una muñeca de 18 euros hasta otra de trapo de 5. Era amiga nuestra, aunque sólo nos conocíamos del cole. Hasta habíamos hecho planes de vacaciones. Se me ocurrió contestar al mensaje para dar mi opinión. Mi intención era buena: hacer un grupo paralelo de gente que no quisiera hacer el numerito del paje. Me imaginaba un restaurante donde sólo nuestros niños recibían un regalo extra, horas antes de que llegara el de los Reyes. Envié esto:
Reunirnos con los niños para ver a los Reyes Magos es una gran idea, pero creo que ellos estarán suficientemente ilusionados entre sí, sin necesidad de ver pajes VIP ni regalos. Cuando era pequeña, pensaba que los Reyes llevaban los regalos a casa por la noche, y que no vendrían hasta que no estuviese dormida. No me extrañaría que algún cincoañero se preguntara qué hace un paje llevándoles una Barbie de aperitivo al restaurante. ¿Qué vendrá después de eso? ¿Un quad?
Un saludo.
Nadie contestó. Más tarde, en una fiesta de cumpleaños, me enteré de que mi mensaje había sonado bastante chocante y unas madres me dijeron que aunque no les hacía gracia lo del paje era mejor no decir nada. El caso es que algunos se apuntaron a la cena y al final no fue nadie. Y ahí quedó la cosa.
Pero aquella madre se encolerizó y dejó de hablarnos a toda la familia, aunque intenté aclararle varias veces que no tenía motivos para enfadarse así. Pasaba por nuestro lado cada mañana, a menos de un metro de distancia en aquel larguísimo pasillo, como si quisiera que nos partiera un rayo. Qué odio tan descomunal por una cosa tan tonta.
Hace unos días fue la fiesta de cumpleaños de su hija. Ana no estaba invitada, aunque en el cole son bastante amigas. Ana, tan inocente, le preguntó: “¿Por qué no me has invitado a tu fiesta?” La respuesta de la otra fue: “Había tantos nombres que me olvidé”.
Ana me ha dicho que quiere invitarla a su fiesta.
Como decÃa Seinfield, en el episodio The Boyfriend (1):
When you’re in your thirties it’s very hard to make a new friend. Whatever the
group is that you’ve got now that’s who you’re going with. […] If I meet a guy in a club on the gym or someplace I’m sure you’re a very nice person you seem to have a lot of potential, but we’re just not hiring right now. Of course when you’re a kid, you can be friends with anybody. Remember when you were a little kid what were the qualifications? If someone’s in front of my house NOW, that’s my friend, they’re my friend. That’s it. Are you a grown up.? No. Great! Come on in. Jump up and down on my bed. And if you have anything in common at all, You like Cherry Soda? I like Cherry Soda! We’ll be best friends!
¿No te gusta mi idioma/partido/religión/opinión? Si no eres de mi grupo, no podemos ser amigos.
Muy bueno. Gracias por buscar esa genial cita. Jerry Seinfeld es mi biblia!