Oscar Aponte es un hombre de 32 años que estuvo en la cárcel hace unos meses y se llevó el traje anaranjado de preso al quedar en libertad. Pero la pasada noche de Halloween decidió ponérselo como disfraz para salir a la calle con su hija a pedir dulces de puerta en puerta, según manda la tradición anglosajona.

Dió la casualidad de que se encontró a una agente de la correccional del condado, que también estaba pidiendo dulces con su hijo. Ésta, al verlo, salió tras él y éste salió corriendo y huyó en su coche. La agente apuntó el número de la matrícula y llamó a las autoridades. Entre tanto, cerraron la cárcel para hacer un recuento de presos, pensando que Oscar era un fugado.

La policía lo encontró, le quitó el uniforme y le dejó en libertad. Y al día siguiente, le acusaron de robo y posesión de propiedad privada (el traje de preso). «Fue una mala opción de disfraz», dijo Susan Tolchin, asesora del administrador del condado de Westchester, en Nueva York, Andrew Spano.

Aponte había estado preso por violar la orden de libertad vigilada por un cargo de conducir borracho.