24.11.2008

Opinión

Viaje al zoo

Antonio Lorenzana Bermejo

No es que sea partidario de que existan los zoos. Los animales deberían estar en libertad siempre y quien quiera verlos que vaya a visitarlos a su "casa", que es de donde precisamente les estamos echando.

Lamentablemente, hay especies que casi sólo existen en los zoos. Me entristece ver a gente de cabeza ligera que va a visitar el zoo y ve a los animales como objetos curiosos. Ni siquiera —me he parado a observarlo durante largos ratos— se paran a leer el cartel donde aparece el nombre del animal que están mirando, la región zoogeográfica donde habita y sus principales características. La gente clasifica todo como ratas: maras, coipús, perritos de las praderas, castores, cávidos de todas las especies y hasta zarigüeyas. Todo son ratas gordas. Hasta a las capibaras he oído llamarlas ratas gordas, que hay que ser ignorante. Lo demás son también genéricos: mono, pato, cabra...

Para mí, el zoo es una oportunidad de poder ver, aunque sea en prisión, a nuestros compañeros de evolución a los que hemos arrinconado en esta especie de holocausto animal (y vegetal ) al que llamamos civilización. Muchos de ellos se extinguirán pronto: los tigres, los linces, muchas de las especies de anfibios que vi en los acuarios van a ser historia en menos de cinco o diez años... quiero haber tenido, aunque sea así, en una triste prisión, la oportunidad de verlos quizá por última vez.

Una de mis mayores fantasías consiste en imaginarme viajando en el tiempo y poder ver con mis propios ojos, con mi cámara, animales de otros tiempos: una manada de triceratops pastando como lo hacen hoy las cebras. Pterodáctilos, archeopteryx, plesiosaurios, trilobites, mastodontes, mamuts, machaeirodus, uros, megaloceros (una especie de ciervos gigantes, el doble que los ciervos de hoy, con unas cornamentas que hacían casi tres metros o más de punta a punta). Y también me encantaría poder ver realmente a todos y a cada uno de nuestros ancestros, desde proconsul o más atrás: conocer a Lucy (Australopithecus afarensis), ver a los hombres y mujeres que habitaron durante generaciones y generaciones en Atapuerca, en Altamira, en Laxcau, en Oldubai. Son nuestros viejos abuelos, los abuelos de todos nosotros. Ver a nuestros primos Neandertales, a los parantropos y sinantropos, a los hombrecillos de la Isla de las Flores,... en fin: ¡Ver y saber!

Lo único que me molesta de la muerte es que, posiblemente, supone un punto y final al aprender. Quizá por eso, una de las cosas que más miedo me da es la demencia, el olvido, el perderte en la nada dentro de ti mismo...

En el zoo, los salvajes están fuera de las jaulas. A veces me dan ganas de echarles cacahuetes a muchos de ellos, a esos padres que les dicen a su hijo "mira que rata más grande" mientras le señala una capibara.