29.11.2007

Alimentos "ecológicos"

Salud y buenos alimentos

Antonio Lorenzana B.

Pues este año, en el colegio de los niños, quieren que toda la comida que se sirva en los comedores sea ecológica. ¿Comida con licenciatura? No, hombre, no; ya sabes: alimentos orgánicos, biológicos. Bueno, que yo sepa, todos los alimentos, excepto el agua y la sal, son orgánicos y de origen biológico. Incluso aquella bota vieja con que se cenaron la noche de Acción de Gracias los geniales Charles Chaplin y Mack Swain, en “La Quimera del Oro”, era de origen orgánico y biológico: alguna vez fue la piel de una vaca.

Sí, sí, ya sé. Me refiero a alimentos sin química. Pues sin Química, amigo mío, no se puede entender ni la Ecología ni la vida misma. Pero bueno, ¿cuál es el problema? El problema es el precio. Con los alimentos ecológicos, la factura del comedor se dispara un buen pico. Claro que, si así van a estar mejor alimentados y con productos naturales… ¡Naturales? ¡Que gracia! Los humanos vivimos de espaldas a lo natural. Desde que el hombre es hombre hemos estado luchando a macha martillo contra el medio ambiente, adaptándolo y deformándolo a nuestra conveniencia.

La cocina, mi querido amigo, es un refinado arte; pero ¿puedes decirme qué tiene de natural el cocinar? Por otra parte conviene no confundir jamás velocidad y tocino: una alimentación sana requiere que sea variada y equilibrada según las necesidades de cada individuo. Hay patatas y hamburguesas “ecológicas”; pero si te alimentas comiendo eso cada día, difícilmente llegarás a conocer a tus nietos. Por muy ecológicas que sean. Por lo tanto, poco o nada tiene que ver una alimentación sana y equilibrada con el hecho de que los alimentos que consumes sean o no de origen “ecológico”.

Pero dicen que los alimentos ecológicos son más sanos y nutritivos, que tienen más vitaminas y un sabor más intenso, ¡no? Pues mira, no. Lo siento, pero categóricamente, no. Cuando se han comparado alimentos de los llamados ecológicos con otros de similares características, procedentes de la producción intensiva corriente, no se han encontrado diferencias significativas en ninguna de las propiedades nutricionales: los alimentos ecológicos no tienen más vitaminas, ni más proteínas, ni tienen sabores y colores más intensos. Es más, por lo general, el aspecto de los productos “ecológicos” suele ser menos atractivo y goloso que el de su equivalente “no ecológico”.

Tampoco es infrecuente encontrar en ellos restos de pesticidas, e incluso de alimentos transgénicos; eso sí, en cantidades ínfimas; pero es que es prácticamente imposible que la producción ecológica, siendo todavía tan minoritaria, no se vea expuesta a la contaminación de la producción intensiva convencional: la atmósfera es la misma para todos, el suelo “ecológico” no lo era hasta hace dos días; los silos, los camiones de transporte, los almacenes, la maquinaria de procesado y envasado no son exclusivos de la explotación ecológica. Evitar la contaminación con restos de alimentos “no ecológicos”, aunque igualmente aptos para el consumo, no se te olvide, es, hoy por hoy, literalmente imposible.

Entonces, ¿tu crees que es una tontería gastarse más dinero en comprar alimentos ecológicos? Pues no, yo no pienso eso. Ni de lejos. Yo, lo que creo, amigo mío, es que es de tontos dejarse engañar por los que usan el lenguaje de un modo interesado y torticero, como es costumbre entre nuestros políticos. Y me repatea que a todas horas intenten vendernos lo “ecológico” como aquel bálsamo de Fierabrás de Don Quijote. Y está llegando a tanto el absurdo en este asunto, que no se les cae la cara de vergüenza vendiéndonos automóviles, paquetes vacacionales, pinturas, detergentes, calefacciones, aires acondicionados e incluso aviones y carburantes ecológicos. ¡Y la gente, encantada y convencida de estar salvando el planeta!

Yo, querido amigo, compro alimentos ecológicos. Los compro porque creo que es un modo más racional de producción que el intensivo convencional. Un modo de producción sostenible y menos agresivo con el medio ambiente. Compro alimentos ecológicos porque sus normas de producción suponen un trato mucho más humano y respetuoso con los animales que nos alimentan y a los que tanto debemos y tan mal pagamos. Los compro, porque la llamada producción ecológica va a ser, en muy poco tiempo, una importante fuente de empleo y una vuelta racional de una parte de la población urbana al medio rural, al agro. Con todo lo que eso conlleva, entre otras muchas cosas, una mayor vigilancia y defensa del poco monte verde que aún nos queda.

Compro alimentos ecológicos porque es un modo de mejorar la calidad de las aguas que bebemos, del aire que respiramos, del suelo que nos da de comer y que ha de comernos, del paisaje mismo. Cuanto más se desarrolle la producción ecológica, menos cara será, más fácil será evitar la contaminación de los propios productos ecológicos de la que antes te hablaba, más difícil será encontrar pesticidas y otras muchas porquerías tóxicas en nuestros propios organismos, en el pescado que nos comemos y hasta en el tejido adiposo de los pobres osos polares, como ahora se encuentra. La producción ecológica, mi querido amigo, mejor debía llamarse sencillamente producción racional.