Archives for the day of: 24/05/2005

Angela Rodicio, la que fue corresponsal de TVE en Jerusalén, es una de las pocas profesionales del periodismo de
este país que merece un gran respeto. Sin embargo, la echaron de forma
improcedente
de TVE hace un año, acusándola de malversación de fondos.
Era una excusa como otra para quitársela de en medio. En estos meses,
ha escrito un libro con la misma claridad y lucidez que empleaba para
sus crónicas, y en él  pone a todos sus excompañeros en su sitio,
desde Alfredo Urdaci, Alfonso Rojo o Arturo Pérez Reverte hasta Federico Jiménez Losantos, entre otros. En Periodista Digital (cuyo nuevo director es Alfonso Rojo) dicen que es una venganza. De ahí el título que han elegido: «La venganza de la niña
Rodicio». Puede que Rojo esté preparando algo parecido después de que a
él también le despidieran de El Mundo, a pesar de ser uno de los
fundadores.

El libro de Rodicio se titula Acabar con el personaje.
Los fragmentos que se avanzan en Periodista Digital son una delicia,
sobre todo si se ha vivido dentro de una empresa periodística y se ha
comprobado que todo lo que dice Ángela es más de lo mismo. Nepotismo,
incompetencia, servilismo, abuso de poder, intereses oscuros,
prepotencia, … El libro es todo un ejercicio de coraje y una lección
de puro periodismo. Pero habrá quien diga que es una pataleta llena de
mentiras, como siempre ocurre. Urdaci, «el gran odiado», parece que ha
sido el primero.

Lo del título es porque Arturo Pérez Reverte se hartó de llamarla
«niña Rodicio» de forma despectiva. Incluso lo hizo en su libro Territorio Comanche. A muchos machistas les gusta llamar
«niña» a sus compañeras de trabajo.

Personalmente, a mi me parecía niña en el mejor sentido de la
palabra. Sus relatos desde cualquier conflicto bélico me hacían prestar
más atención a la pantalla. Angela era como un imán. Su voz desprendía
sensatez, implicación, conocimiento, sinceridad. Lo hacía bien.

«Cuando estudiaba, mis amigos me decían que me dedicara a escribir para
periódicos, sobre cosas de cultura, porque era muy puntillosa y me iban
esos temas. Es más, me comentaban que no me veían en una vida dura,
porque pensaban que yo era muy fina, pero ahora son ellos los que viven
en despachos estupendos, y yo quien se busca la vida y duerme en
jergones», dijo en una entrevista para la revista Consumer. «Estalló la Guerra del Golfo y tuve la oportunidad de ir
allí, y por el camino fui descubriendo que podía mantener la calma en
los momentos más duros, que soy lúcida cuando la gente se vuelve muy
confusa, que afronto situaciones y problemas con la mente fría».

Es el pan de cada día que los compañeros de trabajo —sobre todo en
periodismo— no se lleven bien con una compañera que se prepara a fondo y que
prefiere estar sola a pasar las horas dentro del hotel con un grupo de
mastuerzos. Así que, en el trato personal, la tachaban de diva.
Pérez Reverte escribió que «trabajar con ella era igualito que hacerlo
con Ava Gadner». Pero, en el profesional, todo eran halagos. Un cámara
con el que trabajó dijo de ella: «Es lista, inteligente y brillante, y
se mueve mucho y muy bien. No hay
nadie en televisión que sepa más que ella de Oriente próximo».

Y un colega de otro medio: «Es una mujer muy valiente, tiene muchos recursos y se estudia muy a
fondo los temas. Se relaciona bastante con la gente de los sitios donde
va, camina por las calles, prueba la comida local… Teniendo en cuenta
la de periodistas de hoteles que hay, en este sentido es admirable».

«Voy a la compra un par de veces al mes, si me acuerdo, ya que la vida
doméstica la solventas a salto de mata. Me levanto por la mañana, leo
la prensa, veo los canales internacionales para saber cómo está el
mundo, cómo va la cosa. Echo un vistazo a las flores. Leo. Yo leo
muchísimo, es fundamental para hacer este trabajo. Después me voy
acercando a la corresponsalía y en el camino aprovecho para hablar con
la gente de la calle, las personas de mi ciudad», dijo Ángela para Consumer.

Sólo espero que se le reconozca el mérito, y que en este país todos los
jóvenes que quieran ser periodistas dejen de lado un rato el libro de
estilo de El País, o similar, y se centren en el libro de Angela
Rodicio. En ese texto aprenderán mucho más.

En España, se confunde el estar en el lugar de trabajo con estar
trabajando. No sabemos apreciar el valor del tiempo, ni el nuestro ni
el de los demás. Si acabas tus tareas pronto, como mínimo tienes que
quedarte hasta que el reloj marque la hora de fichar, aunque lo normal
es quedarse mucho más, ya sea por el jefe, que todavía no ha
vuelto de la comida de negocios, por ganar puntos para el ascenso, o
porque alguien tiene que sacar el trabajo adelante y crees que ese eres tú. Mientras tanto, tus hijos esperan
durante horas a que salgas de tu equivocada rutina diaria. Solos. 

Curiosamente, esa costumbre no se traduce en una mayor
productividad, sino todo lo contrario. Hay estudios que demuestran
que España es uno de los países de la Unión Europea con jornadas
laborales más largas y con una productividad más pobre. Si la media de
Europa es 100, la productividad de España se encuentra en el
83,8. Francia está en el 123, Bélgica en el 120 y Holanda en el 114,
aunque sus jornadas laborales son más cortas. Estos datos salen del Libro Verde sobre la racionalización de los horarios españoles y su normalización con los demás países de la Unión Europea, presentado ayer. Se trata de un proyecto que inició la Fundación Independiente en el año 2002 y en el que ha participado una Comisión Nacional formada por 70 instituciones de toda índole.

Su presidente, Ignacio Buqueras, quiere poner a España en hora, y
piensa que lo logrará para el 2010. Igual que nos igualamos al resto
con el euro, también tenemos que hacerlo con los horarios. Buqueras
dice que los españoles viven «excesivamente colgados del reloj»; que
les falta tiempo para «integrarse en la sociedad civil» y para
conciliar su vida personal, familiar y laboral, según publicaba ayer El Periódico de Catalunya.

La mujer es la que sale peor parada con los horarios maratonianos actuales. Por
eso suelen ser ellas las que hacen los cambios. «En IBM, que está presidida por una mujer, tienen flexibilidad de
horarios y jornada continua, y está prohibido convocar reuniones
después de las 15:00 porque a las 16:00 o a las 17:00 todo el mundo debería
estar ya fuera de la empresa.
Las grandes compañías nos escuchan, pero las pequeñas también. Muchas
PYMES creadas por mujeres se han marcado el objetivo de ser
competitivas con una jornada laboral que acabe a las 16 h», según dijo Buqueras a Laboris.net.

Las empresas no deberían enorgullecerse de tener a trabajadores
trabajando 9 o 10 horas diarias. «Es más, la empresa debería considerar
a ese tipo de empleado de forma negativa, porque define a alguien que
no sabe valorar su tiempo, que no tiene en cuenta a la familia y a la
formación personal», dice.

No se trataría de una constumbre desconocida para este país. Hasta
los años 30 nuestros horarios eran similares a los de Europa. Luego
llegaron los almuerzos largos, que tras la época de hambre eran
considerados como un signo de riqueza. El pluriempleo, por otro lado,
hizo que las jornadas de trabajo empezaran a prolongarse
indefinidamente. «La rutina ha hecho el resto hasta el punto de que a
algunas personas les parece normal trabajar hasta tan tarde y no se dan
cuenta de que es absurdo hasta que no reflexionan sobre ello», explica
este experto.